La maldición del fuego de Prometeo

En el antiguo reino de Harnersor, dos casas de poder imponente y grandeza mítica se alzaban bajo el cielo, reflejando un tapiz de riqueza y poder: la Casa Zaherim, formada por guerreros hombres lobo, y la Casa Adamson, conocidos como valientes jinetes de dragón. Juntas, lideraban el reino con humildad, lealtad, amor, valentía y justicia.

Juntos eran imparables; la estabilidad, amor, compromiso, complicidad y paz se respiraban en el aire. Tras años de colaboración, un acuerdo matrimonial prometía fusionar estas grandes casas, combinando sus inigualables habilidades.

Como símbolo de confianza, la Casa Adamson obsequió a la Casa Zaherim el fuego de Prometeo, una llama eterna que ahuyenta las sombras y protege de las llamas enemigas. A cambio, la Casa Zaherim entregó a cinco de sus dragones cálices de sabiduría, que otorgaban conocimiento ancestral, permitiendo a los dragones adaptarse a nuevas amenazas.

Sin embargo, en las sombras, el jefe de la Casa Adamson preparaba su golpe final. El fuego de Prometeo, aparentemente un regalo, estaba maldito. Al forjar el primer brazalete y entregarlo a la hija de los líderes de la Casa Zaherim, se desató una antigua maldición que se activaría cuando la primogénita se enamorara. Esta conexión traería consecuencias devastadoras, amenazando la paz del reino, avivando la enemistad entre las dos casas y dividiendo el antiguo reino de Harnersor.