Enemigos por destinó

soplaba con fuerza en la colina, arrastrando consigo hojas secas que crujían bajo sus pies. A lo lejos, el eco de una risa burlona resonaba en sus oídos, un recordatorio constante de la persona que menos deseaba ver. Desde que sus caminos se cruzaron por primera vez, habían sido como fuego y hielo, chocando en cada encuentro, desatando tormentas de palabras afiladas y miradas cargadas de desprecio.

No había un solo día en el que ella no deseara que él desapareciera de su vida. Y, sin embargo, el destino, cruel y caprichoso, parecía empeñado en unirlos una y otra vez. Él, con esa sonrisa arrogante y la facilidad con la que lograba hacerla perder los estribos, se había convertido en el centro de su frustración. En sus ojos, él era todo lo que ella despreciaba: altivo, insensible, y siempre dos pasos por delante, como si disfrutara de hacerle la vida imposible.