Cuando la conocí, no era nadie. Lizzy cantaba en garitos sucios y deprimentes para siete borrachos que no la escuchaban. Vi algo en ella. Era una estrella destinada a brillar. Juntos compartimos un corto pero intenso viaje por las carreteras de un país roto, entre moteles olvidados y amores imposibles. Mientras ella buscaba inspiración en cada amante y en cada ciudad desierta, su voz se convertía en leyenda. Yo la conocí cuando no era nadie y ahora el mundo la conoce como Lana del Rey, la reina. Yo pude robarle un beso.
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