𝐸𝑙 𝑠𝑢𝑠𝑢𝑟𝑟𝑜 𝑑𝑒 𝑙𝑎𝑠 𝑙𝑙𝑎𝑣𝑒𝑠 𝑟𝑜𝑏𝑎𝑑𝑎𝑠.【𝗣𝗲𝘁𝗲𝗿𝘅𝗗𝗼𝗻】

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La puerta cerrada fue lo único que sus ojos vieron. Presionó con despreció la bolsa de su antebrazo contra un costado de su cintura. Haciendo un ruido poco perceptible gracias a el constante rugido de los autos a su espalda. Su nariz se arrugó y sus labios temblaron con enojo. Cerró su palma libre, dejando sus nudillos pálidos.

Levantó el puño, y lo golpeo cinco veces con suavidad contra la madera, dejando un segundo de diferencia en cada golpe. A pesar de la calidad de su anunció presencial, eran claros los ruidos secos que reflejaban el fastidio táctico de su marina vista. No había pasado ni cinco segundos cuando su impaciencia comenzó a crecer. Levantó su metatarso del suelo y repetidamente lo estrellara contra la alfombra de bienvenida. En un sonido poco pasible y que impulsaba a presionar más fuerte con cada estruendo.

Las pisadas del interior de la propiedad le dieron la bienvenida a que su inquietud desaparezca. La manija se dobló, dándole un ruido mínimo, pero desagradable a la misma vez.

Un hombre abrió la puerta. Alto. Un poco más alto que él, con barba y las cejas fruncidas, donde reposaba algunas canas por el principio. Unos pantalones azul marino, una musculosa negra, una chaqueta marrón, un reloj chapado en oro, y vello corporal en los antebrazos y pecho. Sus ojos y pelo eran de colores unísono; castaño oscuro.

Cuando lo observo, su mente maquino una investigación tan precisa como una fotografía. Desde el último pelo de su barbilla hasta las forma en que sus zapatos se ajustaban a sus pies. Cada pliegue de el azulado vaquero suelto, su expresión facial, los vellos corporales, las canas esquineras o la forma de su cabello café.

Aquel café que le dio un inmediato desvelo. Lo derritió con un aroma inexistente y lo apuñaló con una calidez desconocida. Su estómago se retorcía, sentía ganas de vomitar. Pero no tenía asco.

Sé sentía 𝐛𝐢𝐞𝐧.