Un fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fracasó. Aun así, le obedece a su padre cuando este le pide que pase un tiempo alejada de todo, y que se dedique a mejorar su técnica vocal, asesorada por Lina, una soprano que lleva años retirada. Porque Antonia Sáez podrá ser un fracaso como artista, pero nunca mala hija.