Despiadado, dulce, frio y con un extraño sentido del humor, así se definía él. Casimir no era un problema, pero si el principal detonante de uno mucho más oscuro. Confiar en él sería un pecado, pero olvidarlo sería una sentencia. Ella lo sabía y no tenia miedo en admitir que ahora le gustaba el caos. El encuentro de ambos cambio su mundo, pero a tal grado de no poder identificar que era real o no. Ambos vivían de manera distintas, olvidando su realidad por métodos dudosos, sin embargo, como en todo juego...Uno tendría que caer tarde o temprano. ¿Lo malo? Eran demasiado orgullosos para ser sometidos.