En la sombría Europa del siglo XVII, donde las sombras danzaban con la brisa fría y los murciélagos surcaban el cielo estrellado, la joven Elizabeth II era conocida por su curiosidad inquietante y su inocencia desgarradora. Enamorada perdidamente de Nicholas Vorhis, un vampiro de 123 años, Elizabeth soñaba con acompañarlo en un mundo donde las pesadillas y la fantasía se entrelazaban.
Nicholas, con su piel pálida como la luna y ojos que ardían como brasas, sabía que su amor era un veneno. La ley oscura prohibía el amor y la amistad entre humanos y vampiros, convirtiendo su relación en una danza macabra entre la vida y la muerte. Mientras Elizabeth ansiaba aventurarse y ser la excepción en un reino de reglas crueles, Nicholas se debatía entre la pasión y el terror, consciente de que su amor atraía a las sombras.
La Princesa Elizabeth II comprendía que los vampiros podían habitar el mundo humano solo si se sometían a sus caprichos, sellando un pacto sombrío para mantener una frágil paz. En su corazón palpitante, sabía que cada susurro del viento traía consigo la advertencia de un peligro inminente.
Con el peso de su destino sobre los hombros, Nicholas supo que debía dejarla partir, como un lobo que abandona a su presa para protegerla de la tormenta.
"Debes olvidarme," murmuró, cada palabra como un hechizo que la unía más a su perdición. "Mi amor, tu vida está en juego."
La tristeza oscura llenó el aire, una neblina que abrazaba a Elizabeth mientras las luces parpadeaban en el horizonte, reflejando un destino aterrador.
Los derechos de esta historia son tan inquebrantables como el destino que los rodea. No te atrevas a ser imprudente; el mal acecha a quienes desafían su naturaleza. No copies, ni en parte ni en totalidad, ni registres esta historia en el oscuro laberinto de tus pensamientos. Cualquier intento de hacerlo desatará un terror indescriptible, uno que acecha en cada rincón de la noche.