Al igual que un cristal que cae estrepitosamente
al suelo,
quebrándose en miles de esquirlas
capaces de lacerar la piel de quién
se le incruste
así choqué, como todos chocamos alguna vez, contra el muro imponente, duro y frívolo de la vida
y, como a todos nos pasa alguna vez,
me quebré.
Era de esperarse que las finas y filosas esquirlas
se incrustaran en mi alma
como si fuera una misión obligatoria
hacerme sangrar,
pero no contaba con que se mantuvieran por mucho tiempo,
se adentraran hasta el fondo,
y se quedaran clavadas en mis heridas
sin intención alguna de irse.
Pero estoy bien.
Descubrí que puedo respirar y caminar con pedazos de vidrio
clavados como dagas
en el interior de mi cuerpo malogrado por la brutalidad descuidada del exterior,
y del propio interior, infectado de infamias, porquerías y decepciones.
No obstante, tengo que tener en cuenta
que no puedo condenarme a vivir eternamente con ellas clavadas en mí,
cada esquirlas tiene una historia
que la poesía, con un arma
apuntando mi cabeza,
me obliga a revivir mientras la escribo,
arrancándome cada una de un tirón
sin anestesia alguna
para sobrellevar de nuevo el duelo,
amenazándome directamente con no dejarme ir
hasta que las arranque a todas y a cada una de mí.
Y no sé si duele igual o peor,
sacarse un vidrio a gritos
que quedó adherido pendencieramente en el alma.
Había una vez una rosa que me robó el corazón...
No es cierto...
yo sé lo di desde el primer segundo en que la vi,
pero déjala que crea que me lo quitó.
•••
⚠️: Este libro solo se le dedica a esa persona que vas a amar toda la vida, sí, incluso cuando tengas que decir que ya la olvidaste.
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Tiene inspiración en el principito, me gusta imaginar que ha crecido y le ha dedicado un libro a su rosa.