Cuando le abrimos nuestro corazón a alguien, es una decisión silenciosa que tomamos, y las consecuencias de la misma pueden ser muy efímeras en todos los sentidos, pero sigue siendo nuestra responsabilidad. Yo no lo había entendido hasta ese momento. Quizás si no le hubiese dejado entrar, quizás si lo hubiera besado por más tiempo, quizás... Pero quizás no tenía que pensar en el pasado, sino asumir las consecuencias que estaban en el presente y que me obligaban a tomar una decisión de nuevo. Quería quedarme, en el fondo quería hacerlo, pero él no estaba listo, no estaba listo para hacerlo conmigo. Por más genuino que hubiese sido el encuentro, las almas tienen sus propias batallas que librar, y él tenía una pendiente, una que quizás le duraría más tiempo. Pero yo no estaba en ese futuro, y aunque me dolía, lo aceptaba, porque quizás él tampoco estaba en el mío y había llegado solo para hacérmelo entender...