"Que Dios los bendiga ahora, porque los estoy arrastrando al infierno conmigo". Los intrusos estaban sorprendidos. ¿Un cura diciendo aquello? Había algo extraño allí. Y no estaban equivocados ante ese pensamiento que el peli cobrizo pudo leer mientras avanzaba hacia ellos. Ethan no era una criatura violenta, pero si osaban a ponerle una mano encima a quienes consideraba sus allegados las cosas se podrían feas para los que quisieran atacar. Porque no era humano, nunca se consideró así desde su conversión como vampiro. No le quedaba nada que perder. Lo único que poseía en esa nueva vida era su fe inquebrantable que trajo de su nublada vida humana y el sentido de pertenecer a algo, o alguien. En estos tres siglos que tuvo de vivencias no le sorprendía en lo absoluto la carencia de valores que tenía el ser humano y no le hacia una pizca de gracia que unos ladronzuelos vinieran a robarle. No era partidario de los conflictos, pero defendería con su ser lo que es importante para él.