Sombras Compartidas

En la penumbra de una sala iluminada solo por la luz del televisor, Frey, un niño de cinco años con apariencia adorable, permanece inmóvil en el sofá. La casa está en silencio hasta que un golpe seco rompe la calma. Frey, con una extraña quietud, se acerca a la ventana.

Allí, bajo la luz de la luna, una figura alta y grotesca, con brazos largos y una sonrisa espeluznante llena de dientes afilados, golpea el vidrio. Los golpes y chirridos aumentan, resonando en la sala. Pero Frey no se inmuta, no grita. Solo observa, con una tranquilidad inquietante, como si hubiera estado esperando este momento toda su vida.

Prohibida su copia o adaptaciones