Charles Leclerc era conocidos en el instituto por tres cosas: su hermosa cara, su cuerpo atractivo y ser despiadado a la hora de cortar con sus parejas.
Era de dominio público, que Charles Leclerc no podía durar más de dos meses en una relación, y todas ellas terminaban de manera trágica, engaños por parte del morocho, pelas por celos ocasionadas por su pareja actual o desinterés por parte de él.
Sin duda su fama nunca fue realmente buena, las únicas razones por las que nunca perdió su encanto, eran sus atributos bien proporcionados, además de sorprendentemente tener notas académicas casi perfectas.
Además de Charles, solo había otro chico igual de deseado y venerado por el instituto, Max Verstappen, igual de guapo y virtuoso, pero de distinta manera. Max era mucho más empático cuando de sus relaciones se hablaba, siempre fiel, cariñoso y atento, sin ningún defecto a la vista, si en ese ámbito hablábamos, aunque era cierto que se le conocía por ser celoso, pero eso hacía suspirar aun más fuerte a las chicas.
Algo gracioso era que los dos eran grandes amigos, siempre uno alado del otro, sentados juntos siempre que pueden, si uno de ellos asistía a una fiesta, podías tener por seguro que el otro lo acompañaría y respaldaría, casi destinados a estar siempre juntos, compartían algunas similitudes, pero sin duda no eran iguales.
Max era más conoció por ser la pareja perfecta, aunque era bien sabido que era celoso, eso solo hacía suspirar más fuerte a las chicas.
Su amistada siempre había sido recta, fácil y sin baches; hasta una noche que se salió de sus manos, besos que no debieron pasar, según Max, pero Charles sintió algo muy diferente.