Si había algo que amaba observar de ella, era, sin duda, su larga melena balancearse con las cálidas brisas de otoño. Sus oscuros rizos caían en un extraño orden sobre su espalda, su postura relajada y sus lentas exhalaciones, la convencían de su tranquilidad. Admiró como aquellas manos, que se veían suves y pequeñas, podían pasearse en el césped con tanta delicadeza que te convencía de su debilidad. Observó las líneas de su rostro relajadas, y se dijo: es lo más bello que mis ojos han visto.
Victoria debió preocuparse cuando día tras día, iba a ese alejado parque sólo para observarla... Definitivamente debió cuestionarse si lo que hacía la dejaba como una psicópata de la que correrías sin dudarlo en cuanto te enteraras de todo, sin embargo, en el momento en que aquella chica sonreía y sus ojos desaparecían en unas bonitas medias lunas, su mente podía irse a júpiter si así lo deseaba, pero su cuerpo permanecería en aquella banca con el único propósito de maravillarse de la hermosa y más bella obra de arte que jamás había contemplado.
Lamentablemente, ella debió prever que tarde o temprano, iba a desaparecer y que al hacerlo, su brillante mundo se iría con ella.