En un mundo que parece empeñado en quebrarlos, Chuuya y Dazai enfrentan las sombras de su pasado y presente mientras intentan encontrar sentido a su existencia. Ambos, con cicatrices profundas que rara vez muestran a los demás, caminan por caminos paralelos que los llevan inevitablemente uno hacia el otro, aunque ninguno se atreva a admitir cuánto necesitan ese vínculo.
Chuuya, atrapado entre el resentimiento hacia un padre distante y la carga de mantener su fachada de fortaleza, vive con su hermano Paul en un hogar donde la calidez parece insuficiente para llenar el vacío emocional. Las charlas con Kouyou, la consejera escolar, abren grietas en su armadura, revelando un joven que anhela, más que nada, sentirse comprendido y valorado. Pero admitir sus heridas no es fácil para alguien que siempre ha luchado solo.
Por otro lado, Dazai se tambalea bajo el peso de una vida marcada por el dolor. La muerte de su madre lo dejó en manos de un padre indiferente y un internado donde su vida es un constante desafío el acoso de sus compañeros y el silencio que le responde cada vez que intenta gritar por ayuda. Oculta su sufrimiento tras una máscara de sarcasmo y encanto, pero dentro de él se libra una batalla constante contra la desesperanza, un susurro que lo tienta a rendirse para siempre.
Mientras el destino los une en momentos tanto desgarradores como inesperadamente tiernos, Dazai y Chuuya deben enfrentarse a sus propios demonios y a los lazos que forman con aquellos que los rodean. En una lucha entre el amor, el dolor y la posibilidad de redención, esta historia es un grito de auxilio silencioso, un recordatorio de que, a veces, las heridas más profundas sólo pueden sanarse con la conexión humana.
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