Escribir sobre el dolor es un acto de demostración de mi existencia. Aunque pueda parecer que no soy nadie, la intensidad abrumadora de la vida me impulsa a sentir que todo podría ser diferente. Somos un haz de luz, un proyecto de vida, un cúmulo brillante de esperanzas y aspiraciones. Nos proyectamos hacia futuros inciertos, llenos de posibilidades que a menudo no llegan a materializarse, provocando una angustia profunda por no alcanzarlas. Frente a este dolor, surge la pregunta: ¿Qué hacer? Saber que existo, no solo para mí, sino también para los demás, sugiere la búsqueda de una vida que tenga un sentido, que valga la pena vivir. No obstante, se plantea la posibilidad de que esta vida no tenga sentido y que ese sea precisamente el camino que debemos asumir. Será el amor fatti, el amor hecho a nuestro modo, el que debemos abrazar, con toda su desgracia, o hay alguna esperanza. ¿Qué piensas tú, lector? ¿Es esta la realidad que tú también percibes? ¿O acaso ves una diferente? Te invito a adentrarte en estas páginas y a descubrirlo, en estas breves reflexiones filosóficas.