Una noche de Diciembre, me asomé a la ventana, en el ambiente se notaba una cálida y espesa nube, emitía unos escalofriantes chirridos, como si alguien estuviera en apuros, a menudo que avanzaba la niebla, se iba apoderando de la playa, hasta que la Hornilla se quedó cubierta por ese fascinante y siniestro polvo blanco. Las olas se empezaron a levantar, e incluso se veía como algunas de ellas superaban las escarpadas rocas, poco a poco, la niebla, se encontraba alrededor de una sombra, una silueta bien formada, se acercaba lentamente al buzón, parecía llevar algo en la mano, podría ser una caja o un maletín, me quedé observándolo con el fin de averiguar quien era esa persona y a donde se disponía ir. De repente el café empezó a hervir, no quería irme, pero temía que la cocina fuera destrozada por mi falta de responsabilidad. al acabar de limpiar el poyo de la cocina, me volví a asomar y esa perfecta silueta se desvanecía lentamente, pero me fijé que no llevaba aquel extraño objeto.
A la mañana siguiente, nada más despertarme me asomé a la ventana y observe una caja plateada encima de mi buzón, que decidí ir a buscar. Bajé las escaleras, abrí el portal y estire la mano, esta parecía una grúa que tiene como objetivo levantar un bloque de cemento, la alcancé y subí a mi sofá. En el dorso ponía una descripción de un juicio, en el otro dorso ponía; Don Javier Montelongo Ten - ha sido denunciado por pesca ilegal... Me temía lo peor, abrí la caja y me encontré fotos mías con una cantidad impresionante de pulpos.
Llegó el día del juicio, corría el riesgo de que me metieran en la cárcel y acabar mi vida en esas cuatro paredes llenas de horripilantes actos. Me disponía a testificar, pero todo iba en contra mía, el juez dio su veredicto, me encontraba entre la espada y la pared, lo daba todo por perdido. Mi vida se había acabado.