El defecto fatal de Annabeth Chase siempre fue su orgullo, al igual que la lealtad lo fue para Percy. Irónicamente, la única vez que decidió dejar de lado su arrogancia y huir, encontró la muerte. No esperaba despertar de nuevo, menos aún con el sonido de gritos a su alrededor y unas manos aferradas a sus hombros. Tampoco esperaba que los gritos fueran los suyos. "¡Rhaenyra!", seguían llamándola. Pero... ¿quién era Rhaenyra?