La vida me odia. Es la única explicación que encuentro para asumir esta situación. Si no, ¿por qué narices he acabado en el porche de Kayden Walker, llevando solo una toalla mojada alrededor del cuerpo, mientras él se ríe como el déspota idiota que siempre ha sido? Cuando hace cuatro años me robó mi primer beso, juré que jamás volvería a hablarle... a menos que fuese estrictamente necesario. Como ahora. Está bien, quizás robar no sea la palabra adecuada, pero fue lo que pensó mi yo de quince años, y no soy quien para contradecirla. Entonces, ¿por qué narices estoy metida en este lío? -Deja de reírte, ¿quieres? Pero Kayden solo se inclina más sobre el marco de la puerta, se cruza de brazos y su estúpida sonrisa crece. -No sé, Zoe. Esta visión es demasiado entretenida. Si tan solo pudiera volver atrás en el pasado, cambiaría muchas cosas. Empezando por ese día...