La música retumbaba en los oídos de Adrien, el sonido de los bajos vibrando en el aire junto con el olor a alcohol que impregnaba el lugar. Gente bailando sin cesar, chicos ligando, luces que parpadeaban y se entrelazaban en un caleidoscopio de colores. Los gritos y risas se mezclaban con el canto de las canciones, creando una atmósfera caótica y vibrante. Este tipo de fiestas era algo completamente nuevo para Adrien, algo que jamás había experimentado. Probablemente no lo haría hasta los 18 años, si es que llegaba a vivir algo así. Ni siquiera una fiesta de cumpleaños decente había tenido, y su última celebración fue un desastre gracias a un akumizado.
Por otro lado, para Kairo (T/N), esta era su vida. Las fiestas no solo eran una forma de diversión, sino también su medio de subsistencia. Había crecido entre sombras y dificultades, y había aprendido a navegar en un mundo donde la música y el descontrol eran lo único que ofrecían algo de libertad. Para él, todo esto era normal, natural. Dos mundos opuestos, dos chicos que se miraban desde sus prejuicios: Adrien, el niño perfecto bajo los focos de la fama, y Kairo, el delincuente marcado por su pasado. Pero, como siempre dicen, los opuestos se atraen, ¿no?