Dentro de las cuatro paredes de mi habitación, el tiempo parece deslizarse a un ritmo diferente, como si el mundo exterior continuara avanzando mientras yo estoy atrapada en una burbuja inquebrantable. Aquí, en este espacio donde los días se alargan sin fin, todo se siente monótono, inmutable, como si estuviera condenada a vivir el mismo día una y otra vez. A simple vista, cualquiera podría pensar que mi vida es envidiable, que lo tengo todo, porque soy la hija de dos empresarios exitosos y famosos. Muchos imaginarían que eso significa una existencia llena de privilegios, lujo y felicidad interminable. Pero, la verdad, no podría ser más distinta.