En un futuro devastado, la Tierra se había convertido en un páramo estéril. Las ciudades que alguna vez brillaron con luces y vida ahora yacían en ruinas, devoradas por el tiempo y la desesperación. Los sobrevivientes vivían bajo tierra, refugiándose del sol abrasador y de las criaturas que acechaban en las sombras. Entre ellos se contaban los Nocturnos, seres mitad humanos, mitad vampiros, que reinaban en la oscuridad. El más temido de todos era Angel, una leyenda viviente, conocido tanto por su brutalidad como por su extraña melancolía.
Katrina, una guerrera de corazón indomable, lideraba la resistencia humana. Ella no solo luchaba por sobrevivir, sino por traer la esperanza de vuelta a un mundo que ya había olvidado lo que era la luz. Vestida en armadura ligera y empuñando una espada de plasma, se había ganado la lealtad de su pueblo y el respeto de sus enemigos. Pero había una cosa que ni siquiera ella podía prever: Angel la observaba, siempre desde la distancia, con un deseo que él mismo no comprendía del todo.
Angel había vivido siglos. Mitad vampiro, sus instintos lo impulsaban a la caza, al poder y la sangre. Mitad humano, estaba maldito con emociones que debería haber olvidado hace mucho tiempo. Se decía que sus ojos rojos podían ver a través de las almas, pero cuando miraba a Katrina, todo lo que veía era una chispa de lo que alguna vez fue la humanidad. La admiraba, la deseaba... y estaba condenado a amarla en secreto, incapaz de confesarle sus sentimientos...