Mi vida había sido una serie de decisiones lógicas, calculadas y seguras. El amor, para mí, era un concepto abstracto, algo que solo existía en las páginas de los libros o en las pantallas de cine. Me había convencido de que era inmune a sus efectos, que mi corazón era una fortaleza inexpugnable. Pero todo cambió en un instante, en un encuentro fortuito en las calles empedradas de Francia.
Ella apareció en mi vida como una revelación, una luz que iluminó la oscuridad de mi corazón. Su sonrisa fue la llave que desbloqueó mi alma, y su mirada, la que me hizo sentir viva por primera vez. Me sentí atrapada en un remolino de emociones, incapaz de distinguir entre la realidad y la fantasía.
Recuerdo el olor a café y croissants que impregnaba el aire, el sonido de los pájaros cantando en los árboles y el brillo del sol que se reflejaba en sus ojos. Todo parecía perfecto, como si el universo hubiera conspirado para que nos encontráramos.
Pero había algo más que me atraía hacia ella. Algo que iba más allá de su belleza física y su encanto. Era su esencia, su energía, su forma de ver el mundo. Me sentí conectada a ella de una manera que nunca había experimentado antes.
Me pregunté si había estado viviendo en una burbuja de ignorancia, negando la posibilidad de amar a alguien de mi mismo género. La idea me excitaba y me aterraba al mismo tiempo. ¿Qué significaba esto para mí? ¿Qué significaba para mi vida?
Pero había algo en ella que me hacía querer arriesgarme, que me hacía sentir que valía la pena dejar atrás mi armadura de indiferencia. ¿Podría permitirme ser vulnerable, ser yo misma, sin temor a ser juzgada o rechazada?
En ese momento, supe que mi vida nunca volvería a ser la misma. Francia había sido el escenario de mi despertar, y ella, la musa que me había inspirado a vivir. Me sentí renacer, como si hubiera encontrado una parte de mí que nunca sabía que existía.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.