Renee vive atrapada en su propio desorden, un reflejo de su mente desorganizada. Las paredes de su habitación, cubiertas de notas y recuerdos, parecen presionarla, mientras el desorden acumula la tristeza de días olvidados. Los libros, en lugar de ser refugios, son recordatorios de un tiempo en que la claridad parecía posible. Las tazas de café vacías cuentan historias de noches en vela, llenas de pensamientos oscuros. En su caos, hay una soledad palpable, un anhelo de orden que nunca llega. Cada objeto es un eco de su lucha interna, y el desorden, un símbolo de la vida que se le escapa.All Rights Reserved
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