Larah Nishimura, o mejor dicho Larah Aizawa, tenía muchos secretos, pero solo yo sabía el más importante.
Es rápida, demasiado rápida. Siempre tenía una respuesta lista, una sonrisa que parecía decir "sé algo que tú no". Patético. Como si pudiera ganarme en algo. Pero ahí estaba yo, más atento a sus movimientos de lo que me gustaría admitir.
Larah tiene esa mirada serena que me saca de quicio. Como si nada la tocara, como si todo estuviera bajo su control.
Y, sí, lo sé. Lo sé todo. Soy el único que se ha dado cuenta de lo que realmente esconde. No sé por qué ella eligió confiar en mí - como si lo hubiera hecho directamente. Pero lo supe. Vi las señales. Y ahora no puedo quitármelo de la cabeza.
Lo gracioso es que, a pesar de todos sus secretos y toda su habilidad para ocultar cosas, Larah nunca fue buena ocultando una cosa: el brillo en sus ojos cuando cree que nadie la está mirando. Pero claro, yo siempre estoy mirando.