Lucía, una niña de 16 años, está muy unida a su abuela Carmen, quien ha sido su confidente y su mayor apoyo desde pequeña. Carmen siempre le cuenta historias de su infancia, llenas de magia y sabiduría, y le enseña a ver el mundo con ojos curiosos. Sin embargo, un día, la abuela sufre un infarto repentino y fallece, dejando a Lucía devastada.
La familia trata de consolarla, pero el dolor de la pérdida es inmenso para la niña. Poco después del funeral, Lucía empieza a notar cosas extrañas en la casa. A veces siente el aroma del perfume de su abuela en su habitación o escucha susurros cariñosos como los que le decía antes de dormir. Una noche, cuando está sola en su cuarto, se le aparece la figura etérea de su abuela, que la calma con una suave sonrisa y palabras reconfortantes.
Aunque al principio está asustada, Lucía pronto se da cuenta de que su abuela no ha venido a hacerle daño, sino a guiarla. Carmen aparece en momentos cruciales para ayudar a la niña a enfrentar su dolor y darle valor cuando más lo necesita. A través de estas apariciones, la abuela le enseña que la muerte no es el final, sino una transición, y que siempre estará con ella en espíritu.
Con el tiempo, Lucía aprende a aceptar la ausencia física de su abuela, pero también descubre que el amor y los recuerdos que compartieron son inmortales. Gracias a estas experiencias sobrenaturales, la niña encuentra consuelo y logra seguir adelante, sabiendo que su abuela siempre estará presente, aunque ya no pueda verla todos los días.
Este relato aborda el duelo desde una perspectiva íntima y emocional, combinando elementos de lo sobrenatural con el amor inquebrantable entre una abuela y su nieta.