Él odia el azul.
Odia verlo en sus cuadernos, en sus hojas, en el salón de clases, odia verlo en el cielo, mucho más por el mar. Odia verlo en las mariposas bellas azules que revolotean siempre por fuera de su casa cuando es primavera. Lo odia en los diamantes, en la pintura, el cómo parece ser el color favorito de todos.
Y odia que lo persiga. Porque no importa a donde vaya, siempre hay una sombra azul que lo acecha con cautela, y desde hace mucho que se ha sentido abrumado por aquel peso extra que debe cargar tras la espalda.