Le disparó, al fin logró disparar a la persona que más odiaba en el mundo, sin embargo no murió, las balas no atraviesan espejos. Por eso mismo cada de día se preguntaba cómo podía amar, y cómo podía ese amor ser correspondido. Cada día que pasaba su alma se volvía un poco más oscura, y sus lágrimas más fuertes, hasta que a fuerza de llorar sonreía. No como si estuviera feliz, más bien como quien no teme a la muerte y, al mirarla, en vez de huirla la tienta a acercarse. A base de malos días, logró valorar los pocos ratos de felicidad que llegaba a experimentar. Poco a poco, su alma luchó por apartar los demonios que la rodeaban y, aunque aquellos que ya eran permanentes se quedaron, logró levantar su propio castillo donde sentirse a salvo. Y sola siguió adelante intentado no caer, y preparada para levantarse si lo hacia. Era dura, aunque no lo parecía, y sincera, pues la mentira la lastimó demasiadas veces, e insegura, por eso prefería la soledad a conocer a alguien que pudiera hacerla llorar otra vez. Por esto y mucho más es una heroína. Sí, lo he dicho bien. No cualquiera pasa por todo eso y sigue adelante, y si lo hace no vuelve a ser el mismo. Las cicatrices dejan señales en la piel pero, ¿y si el daño se produce directo en el corazón?