𝐄𝐋 𝐕𝐀𝐌𝐏𝐈𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐍𝐎𝐂𝐇𝐄 𝐄𝐓𝐄𝐑𝐍𝐀

Harb es un ser envuelto de misterio de siglos, un vampiro de una antigüedad inimaginable. Su piel, de un blanco pálido y terso, contrasta con el blanco perlado de sus ojos, que parecen abismos sin fondo capaces de ver más allá de la realidad. Su cabello, negro como la noche, cae en suaves ondas sobre los hombros, enmarcando un rostro anguloso y de una belleza agreste que había resistido al paso del tiempo.

Su edad es un enigma, perdida en las brumas del tiempo. Habría vivido más de 800 años, observando cómo el mundo cambiaba a su alrededor, pero su espíritu permanecía inmutable. La inmortalidad le había otorgado una sabiduría ancestral y una paciencia infinita que le permitía analizar situaciones desde múltiples perspectivas.

A pesar de su apariencia imponente, Harb poseía un corazón noble y un profundo sentido de justicia. Era un solitario, no por elección, sino por necesidad. La naturaleza de su existencia lo apartaba de la humanidad, y la soledad se había convertido en su compañera más fiel.

Detrás de su fachada fría y calculadora, se escondía un hombre sensible y melancólico, que anhelaba la conexión humana que nunca podría tener. Su sed de sangre era un recordatorio constante de su naturaleza vampírica, pero su ética le impedía atacar a humanos sin razón.