Las normas son rígidas, marcadas por aquellos que se sientan en los altos estrados, pero a menudo siento que las verdaderas reglas son las que no se verbalizan, las que flotan en el aire como alas de un murciélago al acecho. Estoy atrapada en esta espiral de deseo y miedo, y mientras me sumerjo en la oscuridad que rodea este lugar, no puedo evitar cuestionarme: ¿Qué pasaría si un día él diera el primer paso? ¿Qué misterio se revelaría si dejaramos de lado las advertencias y nos entregáramos a lo desconocido? Y, lo más importante, ¿seré capaz de enfrentar las consecuencias de desvelar una verdad que podría cambiarlo todo?
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