Desde el primer momento en que Oliver y Marcus cruzaron miradas en la cancha, supieron que estaban destinados a chocar. Eran fuego contra hielo, talento contra instinto, perfección contra rebeldía. El equipo los llamaba "los gemelos contrarios", aunque no compartían sangre ni apellidos. Solo una rivalidad que parecía crecer con cada punto anotado, cada entrenamiento, cada mirada lanzada como un desafío.
Oliver, con su disciplina férrea y su sonrisa de niño ejemplar, era la promesa de su familia. En casa, se esperaba de él excelencia, rectitud... y una vida "normal". Solo su hermana melliza Olivia parecía ver más allá del molde que le impusieron desde pequeño.
Marcus, por otro lado, era un misterio envuelto en sarcasmo. Con el cabello despeinado, las manos siempre manchadas de tinta o tierra, y una rabia contenida que lo hacía correr más rápido, saltar más alto, encestar con más fuerza. Nunca hablaba de su casa. Quizás porque no había nada que decir.
No se caían bien. No podían evitar compararse, empujarse al límite, medirse incluso fuera de la cancha. Pero un día, todo cambió.
No fue una jugada espectacular. No fue un partido decisivo. Fue algo más silencioso... más íntimo. Un gesto inesperado de cuidado cuando lo más fácil habría sido ignorar.
Desde entonces, la rivalidad se volvió más confusa. Las discusiones más intensas. Las miradas más largas.
Y aunque ninguno lo admitiría aún, algo en ellos empezaba a cambiar.
No sabían que el verdadero juego apenas comenzaba. Uno donde no habría árbitros, ni reglas claras, ni tiempo límite. Solo dos chicos, enfrentando algo mucho más grande que un marcador: a sí mismos.
Y, quizás, al amor.
Clara solo quiere sobrevivir al primer año de universidad sin llamar la atención. Fácil, ¿no?
Spoiler: no, si tu compañera de habitación es Valeria Montes.
Influencer, popular, perfecta... y con una extraña habilidad para ignorarte por completo.
Clara la odia. Valeria ni siquiera se digna a mirarla.
Y lo que empieza como indiferencia, pronto se convierte en algo mucho más complicado.
Porque a veces, lo que más te molesta... es justo lo que no puedes dejar de mirar.