Magnetic (Leopold Stoch y tú)

"Me haces daño... pero no sé cómo alejarme."

La voz del rubio rompía con el silencio en cuestión de segundos, era tan suave y delicada que podía sentir las arcadas subiendo por mi garganta junto a aquel revoltijo molesto en mi estómago. Sonaba como un jodido perro perdido buscando aprobación por parte de su dueño, algo tan tedioso de soportar para mí que me costaba contener la mueca de fastidio que amenazaba con delatar mis pensamientos. Cada palabra suya caía con un peso ridículo, como si pretendiera convencerme de algo, como si de verdad creyera que su tono lastimero podría hacerme cambiar de parecer.

Apretaba los dientes, sintiendo esa irritación crecer dentro de mí con cada sonido que escapaba de su boca. "¿Cómo puede alguien ser tan... blando?", pensaba. Cada vez que hablaba, ese aura de fragilidad lo envolvía como una niebla, y me asfixiaba. Parecía rogar con cada sílaba, esperando que alguien -o yo- le diera el permiso de existir con dignidad. Pero lo que más me exasperaba no era su debilidad evidente, sino el hecho de que, de alguna forma, él lo sabía. Sabía cómo sus palabras se clavaban en mí como astillas bajo la piel, buscando algo que nunca le daría.

El se daba cuenta de que lo hacía a propósito. Esa supuesta inocencia, esa ternura... todo era una máscara, una trampa, una manera de mantenerme atada a él, de asegurarse de que no pudiera simplemente levantarse y marcharse. Sabía que me irritaba y, al mismo tiempo, lo disfrutaba.

"Es porque somos iguales, Butters. Somos como imanes. No puedes escapar de lo que te atrae."