Sacrificio// Ryōmen Sukuna.

Esto era un sacrificio para expiar sus pecados.

Desde que era pequeña, siempre se le exigió ser perfecta, ya que pertenecía a uno de los clanes más poderosos de la hechicería. Las expectativas eran abrumadoras, y cada error se convertía en una carga pesada sobre sus hombros. Sin embargo, el amor, ese sentimiento tan puro y devastador, fue lo que selló su destino.

El amor la llevó a la perdición, transformándola en un simple sacrificio para un ser maligno que no conocía la bondad: Ryōmen Sukuna, el rey de las maldiciones.

Así, ella se convirtió en la ofrenda destinada a desatar su oscuridad, una víctima de un juego cruel donde el amor y el deber chocaron en una danza trágica.

A veces, el sacrificio más grande es el que se hace por amor.