Recuerdo un fin de semana que parecía perfecto con mi familia. Mis hijos estaban emocionados porque los llevaría al parque y a ver esa película animada que tanto habían esperado. La comida fue deliciosa y mi esposa, Mónica, se mostró tan dulce y cariñosa, creando un ambiente familiar cálido y acogedor. Todo transcurrió con normalidad.
Sin embargo, este fin de semana ocultaba una tensión que apenas podía percibir. Fue entonces cuando, mientras me recargaba en un barandal, las voces de dos hombres me interrumpieron.
-¿Viste a la mujer que entró con ese tipo a la habitación.
-Sí, vaya que mujer. Qué suerte tiene ese tipo
Un escalofrío recorrió mi espalda. La mujer de la que hablaban era mi esposa. La revelación me dejó helado, inundado de celos y confusión. La imagen de Mónica con otro hombre se clavó en mi mente como una daga. Lo que había comenzado como un fin de semana familiar idílico se transformaba rápidamente en un torbellino de sospechas y desconfianza, desafiando los cimientos de nuestro matrimonio. Cada segundo que pasaba intensificaba mi inquietud.