El día estaba un poco oscuro y las calles olían a vómito de sábado por la noche, pero todo normal. Los padres seudo-perfectos se divertían, viendo marear a sus hijos en las atracciones del parque de diversiones; las parejitas en los cines se juntaban las bocas, se hurgaban entre las ropas y ¨por ahí no un poquito más abajo” en fin. La señora que los domingos no lo es tanto, salía de su casa con el vientre oliendo a sándalo, disque va a visitar a su madre al cementerio, bueno eso es lo que siempre le dice al cándido de su esposo los domingos antes de salir.
El señor senador de la república, presuroso toma el último vuelo de la tarde a Río de Janeiro; Ya saben en el Brasil no funciona muy bien que digamos la extradición; mientras tanto paramilitares, guerrilleros y policía comulgan en la misma iglesia en que es velado un niño, muerto a causa de los combates. Nosotros en ese momento estábamos recibiendo una cátedra de moral y conducta social a cargo de un respetado coronel de la policía que andaba de paseo con toda su familia en un auto de la institución, que se supone es para el simple beneficio de toda la comunidad. La causa, escándalo público de eso se nos acusó, de atentar contra las buenas costumbres y la moral de todos nuestros buenos conciudadanos.
No valieron las explicaciones ni las razones que planteamos, como tampoco la petición de respeto que hicimos de nuestro derecho a la libre expresión. Todo estaba demasiado claro para el coronel; estábamos desnudos de frente al árbol, con nuestras sensaciones al descubierto. Se nos debía entonces – investigar-...