Tras una batalla catastrófica, Izuku encuentra a Katsuki al borde de la muerte, su cuerpo al límite después de haberlo dado todo en la pelea. Desesperado, Izuku lo lleva a un lugar seguro, enfrentando un torbellino de emociones mientras intenta mantener la calma. A medida que cuida a Katsuki, los recuerdos de su vínculo inquebrantable y los miedos de perderse el uno al otro afloran. En un momento crucial, Katsuki, herido y debilitado, extiende su mano y entrelaza sus dedos con los de Izuku. Ese simple gesto llena de esperanza a ambos, un recordatorio de que, mientras estén juntos, podrán superar cualquier adversidad. Con un aire de alivio y ternura, la pareja se reconecta emocionalmente, sabiendo que el futuro aún les pertenece.