James nunca imaginó que su trabajo como guardaespaldas iría más allá de proteger a un hombre que parecía haber renunciado a vivir. Entra en la vida de Will Traynor con una sencillez y amabilidad que se sienten como una bocanada de aire fresco, y pronto descubre que no está solo en esta misión. Louisa, con su energía desbordante y estilo poco convencional, ha llegado a ese hogar sombrío casi al mismo tiempo, y entre ambos comienzan a hacer tambalear las barreras que Will ha levantado. James y Louisa no son el tipo de compañía que él esperaba, pero sí la que necesitaba: dos almas cálidas y persistentes, con una alegría tan contagiosa que, poco a poco, logran que Will redescubra pequeñas razones para sonreír.