A la sombra de las cadenas

Prólogo

Cuando León Ferrero llegó a México, no supo que la tierra extraña terminaría envolviéndolo en un contraste inesperado: el de una ciudad vibrante y brutal que nunca termina de reconocerse en sus propios espejos. Con apenas dieciocho años y una mirada cargada de sueños entre libros y polvo, intentaba hallar sentido a sus días en un país que le era ajeno, atrapado entre la nostalgia y el desapego. Fue en una pequeña librería, hundido en los libros como quien se abraza a una tabla de salvación, donde encontró su única paz en aquel lugar.

Pero esa noche, convencido por sus amigos, sus pies lo llevaron a un lugar donde jamás pensó que entraría. Un burdel. Sus sentidos se saturaron al instante de luces rojas, perfumes fuertes y el murmullo constante de risas forzadas y promesas huecas. Allí, entre la penumbra y el olvido, la vio. Mei Zhu, otra extranjera atrapada en una historia que nunca quiso protagonizar. Desde ese momento, algo en él se quebró y se reconstruyó a la vez, como si entre las sombras y las cadenas que rodeaban a Mei se hubiera revelado la última pieza de su propia soledad.

Él, que creía en el amor como una teoría lejana y sin carne, y ella, atrapada en una realidad de la que no podía escapar, se miraron a través de una brecha que prometía devorarlos. Dos vidas entrelazadas, dos extranjeros flotando en un mar de incertidumbre, buscando en el otro algo más allá de la salvación, tal vez un reflejo, tal vez un hogar.

Así empezó su historia, en una ciudad que nunca duerme, entre susurros y cadenas, donde el amor y la desesperanza se rozan, y donde cada día se convierte en una búsqueda constante por aferrarse a algo que ninguno de los dos puede nombrar.