Harry observaba a su cuñado desde el otro lado de la mesa, intentando ocultar su mirada fija, el interés casi inocente que parecía hervir en él cada vez que Louis estaba cerca.
Louis, con su típica expresión de aburrimiento, ni siquiera reparaba en él... o eso creía Harry. Cada movimiento de Louis parecía calculado, cada palabra cortante, sin mostrar ni una pizca de interés en nada que no fuera él mismo.
Sin embargo, había algo en aquella indiferencia que despertaba una chispa dentro de Harry, algo que iba más allá del hecho de ser sólo el hermano de su esposa. Louis, diez años mayor, era todo lo opuesto a la juventud impetuosa de Harry: seguro de sí mismo, firme, y con esa intensidad en la mirada que parecía desafiantemente inalcanzable.
Durante las cenas familiares, Harry intentaba ignorar el latido insistente en su pecho, luchaba contra el deseo de captar la atención de Louis con una broma o un comentario ingenioso. Pero Louis, serio y dominante como siempre, apenas desviaba la mirada, lanzándole sólo una breve y desinteresada ojeada.
Una noche, mientras Harry se dirigía al patio para tomar un respiro, escuchó unos pasos pesados detrás de él. Se giró y ahí estaba Louis, observándolo en silencio. La expresión de aburrimiento habitual en su rostro se había suavizado ligeramente, y aunque seguía siendo impenetrable, Harry sintió que había algo más detrás de aquella mirada. Algo que lo hacía estremecer.
-¿Te diviertes? - Preguntó Louis, sin molestarse en ocultar el tono burlón.
Harry sonrió de lado, enfrentando esos ojos que parecían desafiarlo a tomar el próximo paso.
-No tanto como contigo cerca.
Rspondió, antes de que el silencio entre ellos se volviera una declaración por sí misma.
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