Cuando Revil tomó control de su recipiente, su cuerpo cambió de inmediato. Las sombras parecían envolverlo como una marcas de ruleta en su frente, cubriéndole los ojos con un brillo carmesí que parpadeaba, cruel y despiadado. La piel del recipiente, alguna vez cálida y llena de vida, ahora parecía fría, con venas oscuras que se dibujaban como raíces de corrupción. Cada movimiento era rígido, pero imparable, como si una fuerza siniestra lo impulsara desde el fondo de su ser, reteniendo cualquier traza de su antigua humanidad.
Sus manos temblaban, extendiéndose hacia un humano con la intención de atacar, mientras una voz extraña, profunda y helada, surgía de su boca: una mezcla de Revil y el eco distante de su viejo amigo. Aunque el cuerpo aún pertenecía a su amigo, la mirada perdida revelaba que el recipiente estaba atrapado en una prisión interna, su espíritu apenas resistiendo bajo el control de Revil. Cada palabra que salía de su boca parecía una burla hacia sus antiguos amigos, como si disfrutara del sufrimiento que causaba, demostrando que recipiente era ahora, en su totalidad, una marioneta del Rey.