En los suburbios de la Ciudad de México, Santiago, un niño de cuatro años, se despierta a un amanecer deslumbrante que transforma el cielo en un lienzo de colores vibrantes. Mientras observa la tormenta distante desde su ventana, siente una conexión profunda con la naturaleza. A su lado, su hermano Iván, aún en sueños, comparte un momento de risa y asombro. A medida que su madre, Sophia, prepara un desayuno sencillo pero reconfortante, los niños descubren el valor del amor y la resiliencia familiar en medio de la adversidad. Juntos, enfrentan las dificultades del invierno con esperanza y unidad, encontrando belleza en lo simple y mágico, simbolizada por un doble arcoíris que surge tras la tormenta, recordándoles que, a pesar de los desafíos, siempre hay motivos para sonreír.
Vivir en los barrios bajos es uno de los muchos infiernos de la Tierra. Un lugar de pura maldad y sin esperanza, pero con gente que lucha cada día por sobrevivir e intentar sonreír un rato. Esa fue la vida de Ameri e Iruma durante tanto tiempo, dos amigos que tuvieron que lidiar con los peligros de un lugar tan oscuro, pero siempre juntos y con un pequeño sueño: ver un arcoíris con sus propios ojos.
La vida podría haber sido dura para ellos, pero se aseguraron de luchar contra todo pronóstico y vivir como se supone que debe ser para todo niño. Felices y con algo de amor. Y lo que comenzó siendo una amistad infantil casual terminó siendo algo más. Algo que ambos niños nunca esperaron en absoluto.
AU donde Iruma nunca tuvo contacto con Babel y en vez de ello se quedó en los barrios junto a Ameri, donde vivirán una pequeña aventura de amor involucrando un lindo fenómeno meteorológico.