Un grito agudo que me recordaba el primer día de la invasión cada vez que trataba de cerrar mis ojos me mantenía alerta cuidando de mi hermano, Sebastián, tiene tan solo 10 años y es lo único que me queda, cuando él nació yo tenía 5 años y mi padre nos había dejado, tengo un recuerdo amargo de el, la mirada que me daba hacia que dentro de mi creciera un dolor enorme, pero me daba el valor de poner una bala en la cabeza de un caminante.