En una noche, Satoru y Suguru se encuentran en un parque, donde los recuerdos de su amistad cobran vida. En silencio, ambos dejan que los sentimientos hablen por ellos, reconociendo que, sin importar lo que pase, siempre se buscan y se encuentran. Con solo un intercambio de miradas y una mano entrelazada, descubren que su conexión es profunda y que, aunque no lo digan en palabras, están destinados a estar juntos, compartiendo ese instante que les pertenece solo a ellos.