Katsuo siempre había sido un alma solitaria. Sin amigos, sin grandes conexiones, su mundo se reducía a su familia cercana y a una rutina monótona, un ciclo vacío del que parecía imposible escapar. Esa noche, sin embargo, se atrevió a romper con aquella rutina. Fue a una fiesta cualquiera, un intento de experimentar algo distinto, de sentirse, aunque fuera por unas horas, parte de algo más. Entre la música, las luces y la gente, Katsuo bebió sin descanso, tratando de ahogar en el alcohol esa sombra interna que lo corroía, esa oscuridad que lentamente le quitaba las ganas de vivir.
Al final, abrumado por el ruido y la gente, decidió salir por la puerta de atrás para respirar. El aire fresco de la noche lo envolvió mientras se apoyaba contra una pared, cansado, sintiendo ese peso invisible que llevaba desde siempre. Fue en ese instante cuando una voz suave lo interrumpió.
Katsuo levantó la mirada y encontró a una chica de cabello oscuro y ojos profundos. Su sonrisa era amable, casi familiar, y se presentó como Hana. Ambos comenzaron a charlar, dejando que la conversación fluyera en medio de la noche, creando un lazo inesperado en esos minutos compartidos. Hana le ofreció la bebida que traía, invitándolo a tomar un trago más. Katsuo aceptó sin pensar, dejando que el alcohol bajara por su garganta una vez más.
Pero algo estaba mal. Apenas unos minutos después, una pesada somnolencia comenzó a invadirlo. Su visión se tornó borrosa, sus músculos dejaron de responder, y el mundo a su alrededor se desvanecía. Antes de que su cuerpo cayera al suelo, sintió cómo unas manos firmes
lo atrapaban.
Eran las manos suaves y frías de Hana...
Todos cargamos con un poco de locura dentro de nosotros. Y es esa irracionalidad la que lo alimenta, la que dibuja una sonrisa que muestra sus dientes afilados y listos para romper piel y destilar sangre. Él puede olfatear la locura en tu alma como un sabueso entrenado, hambriento de dolor, destiñendo decadencia y muerte. Shhh, no digas su nombre.
Cover Art & Design: Consuelo Parra