Era un caluroso verano cuando, de repente, te conocí. Recuerdo cómo el calor del sol parecía desvanecerse a tu lado, como si el tiempo se detuviera por un instante. Tus ojos color miel, brillando con una intensidad casi hipnótica, tus cabellos castaños que danzaban con la brisa y tu piel aceitunada que parecía reflejar la luz, crearon una imagen tan perfecta que, por un momento, todo lo demás desapareció. Y esa sonrisa, esa misteriosa sonrisa, era como un enigma que me desarmó por completo.
Hasta ese momento, yo, Nashira Minai, había pasado mi vida huyendo del amor, temiendo que nunca fuera suficiente. Pero al verte, algo dentro de mí cambió. Parecía que, por fin, dejaría de correr, y esta vez, correría hacia ti. Mi corazón, que había estado cerrado por tanto tiempo, comenzó a latir con una fuerza que nunca había sentido. No podía entender cómo algo tan simple como un encuentro podía hacer que todo dentro de mí se reconfigurara. Pero allí estabas, y supe que mi vida nunca sería la misma.