Pensé que me quería, pero ¿sabes? Nunca creas a nadie que de verdad no conoces. Y sí, estaré rota por dentro por culpa de ese gilipollas; aunque el problema lo tiene él, no yo. Puedo llorar porque él se fue, o puedo celebrar ser la orgullosa chica que él perdió. Sí, sonrío pero no todas las personas sonríen por ser felices..., algunas solo quieren maquillar el dolor haciendo creer a los demás con un: "Estoy bien" que él no les ha hecho daño. Que él no tiene el poder de hacerlas llorar. Pero yo, en el fondo, muy en el fondo, sé que estoy enamorada de él. Y ese es mi problema. Seré lo suficientemente orgullosa como para negarlo incluso delante de un juez, pero no lo soy lo suficiente como para negármelo a mí misma. Saber que de repente todo cambió, no aplaca el dolor. Y no habré llorado, porque a mí no me gusta llorar y mostrarme débil, pero desearía con todas mis fuerzas poder gritar y llorar de rábia. ¿Porqué cojones dejé que me afectase lo que decía?
Abbie tiene un problema y la solución está en la puerta de al lado.
¡Ella no ha hecho nada malo! Sin embargo, su excompañera de hermandad la ha puesto en un aprieto en donde su futuro universitario pende de un hilo.
Con el tiempo corriendo, pánico y una mejor amiga experta en dar soluciones, Abbie explora las opciones, pero no tarda en darse cuenta de que Damiano, el frío jugador de hockey y su ceñudo compañero de piso, es la respuesta.