Mis labios temblaban, las manos me sudaban, sentía miedo. Por primera vez sentí el miedo.
Me dolía el corazón, me faltaba el aire, leí una y mil veces la carta que había dejado.
La carta que había dejado el chico que más ame en toda mi miserable vida, ahora se había marchado y de nuevo, solo, de nuevo sin nadie a mi lado.
Me acerque a la ventana de nuestra casa, aquella que ahora tantos recuerdos guardaría de el, mi reflejo borroso ante la imagen de la ciudad. Note mis ojos llorosos, mire aquel semblante que nunca imaginé lo tan patético que me haría ver.
Apreté la carta, cerré mis puños lo más fuerte que pude, baje la mirada, una sonrisita irónica mostre, lami mi labio sintiendo el frío del piercing negro, levanté la mirada, me gire y mire toda la sala. No lloraría.
- Bill, Bill, Bill...jamás pensé que te tomarás tan enserio lo que te dije - heché mi cabeza hacia atrás, tome aire y lo solté en un suspiro - Dónde sea que estés, no importa con quién. Jamás me olvidarás y yo jamás te dejare. Esperare hasta el día que regreses, sere paciente.
Bajé mi mirada, miré la carta arrugada, me pase una mano por las rastas - Pero de lo contrario, si me haces esperar demasiado... - Guardé la carta en el bolsillo de mi pantalón, saque un cigarro de la cajetilla que tenía en el mismo lugar, lo encendí, lo puse en mis labios, inhale el humo, cerré los ojos y lo deje salir - Me veré en la necesidad de buscarte y traerte denuevo a mis brazos...mi pequeño Billy.All Rights Reserved