La misión en Praga los llevó al mismo lugar: una antigua galería, donde el arte se mezclaba con secretos de Estado. Caesar Alexandrovich Sergeyev, el agente ruso conocido por su mirada glacial y precisión letal, y Yevgeny (Zhenya) Vissarionovich Bogdanov, el espía que se deslizaba entre los rincones como un susurro, cruzaron caminos por primera vez. Un destello de reconocimiento y desafío se encendió en sus miradas. Ninguno de los dos supo en ese instante que ese encuentro sería el inicio de un destino compartido.
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