La oscuridad envolvía la habitación como un sudario, solo iluminada por la luz fantasmal de la luna que se filtraba por la ventana. El pequeño yacía en la cama, arropado por su madre, Cristina, cuyo rostro parecía una máscara de cera en la penumbra. Su piel pálida y fría parecía absorber la luz, y sus ojos parecían haber perdido su brillo. "Mami... ¿Quién es la señora Quilmes?" preguntó el pequeño con voz temblorosa y llena de miedo. Su voz resonó en la habitación como un lamento, y él se aferró a su peluche de osito desgastado, su único consuelo en la oscuridad. El peluche parecía tener ojos que lo miraban con compasión. "... Ella me quiere hacer daño... ¿Mami?" La madre no respondió. Su cuerpo permaneció inmóvil en la silla junto a su cama, como una estatua de hielo. El silencio se hizo más intenso con cada minuto, y la habitación comenzó a enfriarse hasta que parecía un sepulcro. De repente, la cabeza de la madre se ladeó lentamente, como si una fuerza invisible la estuviera moviendo. Un suave crack de su cuello quebrado rompió el silencio. "¿Mami...?" El pequeño esperó una respuesta, pero solo obtuvo silencio. La oscuridad parecía haberse tragado todo.All Rights Reserved
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