Había una pareja perfecta, una pareja que no solo se conocían profundamente, incluidas miradas, labios contraídos, y, incluso un gesto.
Para eso trabajaron, no solo en ellas mismas, si no en ser perfectas, la una para la otra. No todo el mundo estuvo de acuerdo, en el momento en el que Abby hincó su rodilla en el suelo de baldas negras, el silencio, abrumó la sala, segundos antes, los invitados hablaban de las fiestas, sin embargo, eso, ya no era importante, lo más importan del mundo, se estaba declarando ante la joven Lucy, observándola con esos dulces ojos marrones que, una vez vio. -¿Quieres casarte conmigo?-