Javier era un hombre de 32 años, carismático y lleno de sueños, que trabajaba como diseñador gráfico en una agencia de publicidad en la ciudad. Desde joven, siempre había tenido una pasión por el arte y la creatividad. A menudo se pasaba horas dibujando y creando obras visuales que contaban historias. Sin embargo, a pesar de su talento, su vida personal era un caos; sus relaciones eran volátiles y, en muchos aspectos, dolorosas.
Desde su adolescencia, Javier había sido amigo inseparable de Carlos, un tipo extrovertido que disfrutaba de ser el centro de atención. Su amistad se había forjado en los pasillos de la escuela y se había consolidado en las noches de fiestas, risas y confidencias. Javier admiraba a Carlos, lo consideraba como un hermano. Sin embargo, había envidias latentes que a menudo no manifestaban. Mientras Javier luchaba con inseguridades y buscaba su identidad, Carlos parecía navegar por la vida con una confianza desmedida.
La relación de Javier con Laura, su novia durante tres años, comenzó como un sueño. Laura era una mujer carismática, con una sonrisa contagiosa y un espíritu aventurero. Sin embargo, la alegría de su relación pronto se tornó en sombras cuando comenzaron las primeras peleas. Javier, celoso por naturaleza, a menudo cuestionaba la lealtad de Laura, especialmente cuando ella salía a fiestas sin él. Laura, por otro lado, se sentía atrapada en un círculo de inseguridades y le reprochaba la falta de confianza.
Las tensiones se intensificaron cuando la agencia de publicidad organizó una fiesta para celebrar el lanzamiento de una nueva campaña. Javier había trabajo en ese proyecto con dedicación y entusiasmo, pero la celebración terminó convirtiéndose en el catalizador de su caída. En la fiesta, escuchó susurros, risas y miradas cómplices entre Carlos y Laura. La visión de su amigo y su novia compartiendo un momento íntimo en la pista de baile encendió una chispa de desconfianza. Algo en su interio